Hasta Cuando...?
No lo puedo creer, me tiene harto y cansado.
Estoy hasta la coronilla, primero decian que era culpa de las victimas, despues quisieron fabricar culpables, y ahora le han echado un muro de silencio. Como si con eso se pudiera olvidar lo que ha pasado. Inclusive han llegado a amenazar a algunos familiares de las victimas para que dejen de pedir justicia.
Nuestro gobierno dice que ha empezado una guerra frontal contra el crimen organizado. Si es asi porque se olvida de lo que ha pasado en Ciudad Juarez.
Ojala que esto despierte sus conciencias, pero lo dudo. Ojala esto nos despierte a todos y exigamos justicia para todos aquellos que alguna vez hemos sufrido alguna injusticia.
Lo que sigue pertenece a: Patricia Cabrera, y esta sacado de la revista Cuarto Oscuro No. 64, dedicado a las Mujeres de Ciudad Juarez.
No Señor, no me gusta que me tome fotos.
Nunca me ha gustado la fotografía. Cuando era niña mi papá, compró una cámara y nos tomaba fotos a mis hermanas y a mí cada vez que podía. Comiendo, bailando, jugando y hasta dormidas nos tomaba fotos “para el recuerdo,” decía.
No señor, no me gusta que me tomen fotos. Me da vergüenza verme después con el cabello encrespado, con los dientes saltones y con mi cara redondeta pero, eso sí, con mi sonrisa de oreja a oreja. Siempre.
Cuando entré a la secundaria me invitaron a mi primer baile. Mi papá me dejo ir sólo por porque iban mis hermanas. Llegué con mi vestido azul con flores rosas, uno que parecía nuevo aunque ya había sido estrenado por más de dos. Un fotógrafo apareció en la oscuridad y nos tomó una foto de las tres, sonrientes, juntas comos siempre hemos estado. No señor, no quiero más fotos, le dije cuando intentó tomarme otra con Pedro, un chico con el que estaba bailando. Es que ¿sabe? , no me gusta posar para las fotografías.
Todos estos recuerdo viene a mi mente ahora que estoy aquí, sólo esperando. Me acuerdo que muchas veces pensé en cuál sería el afán de tener fotografías de una misma. A la salida de la maquila, a las 3.30 de la tarde, los viernes siempre iba un fotógrafo a tomarle a todas las muchachas que quisieran posar en la banqueta de la planta. Muchas llevaban sus mejores galas para que les tomaran la foto. Un día se acercó conmigo y le tuve que decir que no quería. Te puedo tomar una y si no te gusta no me la pagas, me dijo. “No señor, no me gusta que me tomen fotos.”
Mi mamá dice que hay ocasiones en que no puedes evitar que te las tome. En tu graduación, por ejemplo, o en tu boda me dijo. Entonces sí que vas a querer posar para la cámara.
Ahora estoy aquí sólo esperando a que los fotógrafos terminen su trabajo. Fotos de cerca, de lejos, con flash. Ninguno me pide que sonría.
Y aunque me lo pidieran no podría sonreír. Cómo podría si me siento tan sola en medio de este silencio y esta oscuridad. No sé cuánto tiempo llevo aquí, tal vez horas, tal vez días tal vez años. Mí madre dice que el tiempo pasa de prisa cuando eres feliz; tal vez por eso ahora pasa lento.
Todo sucedió muy rápido. Ni siquiera lo vi venir. Ni siquiera podría explicarlo. Sólo sé que nadie pidió mi opinión; sólo se que me confinaron a este lugar que no me gusta y que me da miedo. Muchos detalles se me escapan. Lo único que puedo decir es que el dolor llega a ser tan grande que dejas de sentirlo de pronto y te quedas como entumecida, como en medio de un sueño que se torna en pesadilla.
No señor, no me gustan que me tome fotos. Ya han tomado suficientes. Sólo espero que al tomarlas no se haya dado cuenta que mi uniforme de la escuela esta sucio y que mis zapatos no están. Ojalá que no se fijen que mi cara esta llena de arena y que no puedo sonreír a la cámara. Ojalá que ellos, que saben su oficio, saque mi mejor ángulo, uno en el que no se noten los golpes para que mi mamá no se asuste al verlos y uno en que en que mi papá no se dé cuenta de lo que me hicieron debajo de la falda.
Siento el desierto debajo de mi cuerpo, un cuerpo ultrajado, mutilado, desgarrado… La agonía fue larga pero el final rápido: el cordón de mi bolsa, la misma que me regalaron en mi cumpleaños y que tanto me gustaba, se enredó en mi cuello hasta que se incrustó en mi piel. La sangre de mis pezones cercenados se mezcló con la arena y con mi llanto mientras un calor se fue haciendo cada vez más intenso por todo el cuerpo. Mis ojos se nublaron, mi respiración se hizo cada vez más lenta y silenciosa hasta que mi corazón se cansó de tanto sufrir.
No quiero que me tome fotos aquí, tirada así, sin vida, esperando que llegue el forense, sintiendo el frío en mi espalda, esperando que todo termine.
¿Podrían los fotógrafos, quizá, esperar a que me cambiaran con mi vestido azul con flores rosas? Me dicen que me veo muy bien con él. Aunque saben, no me gusta que me tome fotos.
No señor, no me gusta que me tomen fotos. Me da vergüenza verme después con el cabello encrespado, con los dientes saltones y con mi cara redondeta pero, eso sí, con mi sonrisa de oreja a oreja. Siempre.
Cuando entré a la secundaria me invitaron a mi primer baile. Mi papá me dejo ir sólo por porque iban mis hermanas. Llegué con mi vestido azul con flores rosas, uno que parecía nuevo aunque ya había sido estrenado por más de dos. Un fotógrafo apareció en la oscuridad y nos tomó una foto de las tres, sonrientes, juntas comos siempre hemos estado. No señor, no quiero más fotos, le dije cuando intentó tomarme otra con Pedro, un chico con el que estaba bailando. Es que ¿sabe? , no me gusta posar para las fotografías.
Todos estos recuerdo viene a mi mente ahora que estoy aquí, sólo esperando. Me acuerdo que muchas veces pensé en cuál sería el afán de tener fotografías de una misma. A la salida de la maquila, a las 3.30 de la tarde, los viernes siempre iba un fotógrafo a tomarle a todas las muchachas que quisieran posar en la banqueta de la planta. Muchas llevaban sus mejores galas para que les tomaran la foto. Un día se acercó conmigo y le tuve que decir que no quería. Te puedo tomar una y si no te gusta no me la pagas, me dijo. “No señor, no me gusta que me tomen fotos.”
Mi mamá dice que hay ocasiones en que no puedes evitar que te las tome. En tu graduación, por ejemplo, o en tu boda me dijo. Entonces sí que vas a querer posar para la cámara.
Ahora estoy aquí sólo esperando a que los fotógrafos terminen su trabajo. Fotos de cerca, de lejos, con flash. Ninguno me pide que sonría.
Y aunque me lo pidieran no podría sonreír. Cómo podría si me siento tan sola en medio de este silencio y esta oscuridad. No sé cuánto tiempo llevo aquí, tal vez horas, tal vez días tal vez años. Mí madre dice que el tiempo pasa de prisa cuando eres feliz; tal vez por eso ahora pasa lento.
Todo sucedió muy rápido. Ni siquiera lo vi venir. Ni siquiera podría explicarlo. Sólo sé que nadie pidió mi opinión; sólo se que me confinaron a este lugar que no me gusta y que me da miedo. Muchos detalles se me escapan. Lo único que puedo decir es que el dolor llega a ser tan grande que dejas de sentirlo de pronto y te quedas como entumecida, como en medio de un sueño que se torna en pesadilla.
No señor, no me gustan que me tome fotos. Ya han tomado suficientes. Sólo espero que al tomarlas no se haya dado cuenta que mi uniforme de la escuela esta sucio y que mis zapatos no están. Ojalá que no se fijen que mi cara esta llena de arena y que no puedo sonreír a la cámara. Ojalá que ellos, que saben su oficio, saque mi mejor ángulo, uno en el que no se noten los golpes para que mi mamá no se asuste al verlos y uno en que en que mi papá no se dé cuenta de lo que me hicieron debajo de la falda.
Siento el desierto debajo de mi cuerpo, un cuerpo ultrajado, mutilado, desgarrado… La agonía fue larga pero el final rápido: el cordón de mi bolsa, la misma que me regalaron en mi cumpleaños y que tanto me gustaba, se enredó en mi cuello hasta que se incrustó en mi piel. La sangre de mis pezones cercenados se mezcló con la arena y con mi llanto mientras un calor se fue haciendo cada vez más intenso por todo el cuerpo. Mis ojos se nublaron, mi respiración se hizo cada vez más lenta y silenciosa hasta que mi corazón se cansó de tanto sufrir.
No quiero que me tome fotos aquí, tirada así, sin vida, esperando que llegue el forense, sintiendo el frío en mi espalda, esperando que todo termine.
¿Podrían los fotógrafos, quizá, esperar a que me cambiaran con mi vestido azul con flores rosas? Me dicen que me veo muy bien con él. Aunque saben, no me gusta que me tome fotos.
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